Cómo aprendí a concentrarme sin perder la calma
Aprendí que concentrarme no es controlar cada minuto, sino entender mi ritmo. Guía simple y real para enfocarte sin perder la calma.
Un nuevo comienzo para mi mente
Durante mucho tiempo pensé que mi falta de concentración era una debilidad.
Me costaba mantener el enfoque, terminaba el día con la sensación de no haber avanzado y me castigaba por no "rendir lo suficiente".
Con el tiempo descubrí que lo que me pasaba tenía un nombre —TDAH—, pero más allá de la etiqueta, comprendí algo más importante:
La dificultad para concentrarse es humana.
Todas y todos, con o sin diagnóstico, podemos sentirnos abrumados por la mente ruidosa, las distracciones y la presión por ser productivos todo el tiempo.
Aprender a enfocarme no fue cuestión de fuerza de voluntad, sino de entender cómo funciona mi energía mental y construir rutinas más amables conmigo misma.
Y hoy quiero contarte cómo puedes lograrlo tú también.
Paso 1: Aceptar tu ritmo (y dejar de compararte)
La concentración comienza con autoconocimiento.
Cada persona tiene horas del día en las que su mente brilla más o se siente más productiva. En mi caso, las mañanas son más automáticas y las tardes o noches son el mejor momento para crear.
Si notas que tu energía cambia, obsérvala.
Durante una semana, anota cuándo te sientes más enfocado, cansado o distraído.
Esa información vale oro: te permitirá planificar desde la realidad, no desde la culpa.
Y por favor, no te compares con el influencer que se despierta a las 4 a.m. y parece tener la vida resuelta antes del desayuno. Cada mente funciona distinto y eso está bien.
No todos somos iguales y eso está perfectamente bien.
Paso 2: Crea estructuras flexibles (no rígidas)
Durante años intenté seguir rutinas exactas: agendas, productos, suplementos, materiales…
Fallé todas las veces y, además, perdí mucho dinero.
Lo que realmente me funcionó fue diseñar una estructura flexible que me da dirección sin exigirme perfección.
Así la aplico:
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Divido mi día en bloques o áreas de mi vida (trabajo, universidad, familia y amigos).
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Agrupo tareas similares para evitar saltar entre cosas muy distintas. Si estoy en la oficina, hago cosas de oficina; si estoy en casa, tareas relacionadas al hogar.
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Y, sobre todo, dejo espacio para pausas reales —no como premio, sino como parte del proceso—.
A veces hago una breve respiración guiada, como un snack, o escucho mi pódcast favorito. Son pequeños descansos que me devuelven energía.
No necesitas tener todo bajo control; solo un sistema que te acompañe.
Paso 3: Cuida tu entorno sensorial
El entorno es más poderoso de lo que creemos.
A veces no es falta de enfoque, sino exceso de estímulos.
Un escritorio saturado, notificaciones constantes o una luz incómoda pueden drenar tu atención.
Estos pequeños ajustes hacen una gran diferencia:
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Escucha música que te motive según la tarea (puede ser tu reguetón favorito o ruido blanco para limpiar la mente).
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Usa aromas ligeros —como lavanda o eucalipto— para marcar momentos de calma. Una vela o un té con tu aroma favorito ayuda mucho.
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Mantén tu espacio visual limpio: menos cosas, más claridad. Guarda el teléfono en un cajón o activa el modo "no molestar" cuando necesites concentración.
Identifica qué te distrae y dale un nuevo lugar.
Transformar tu entorno es una forma de recordarle a tu mente que puede respirar.
Paso 4: Calma antes que enfoque
Hay días en los que simplemente no puedo concentrarme. Estoy cansada o tengo mil cosas en la cabeza y aprendí que eso no significa que esté fallando.
El verdadero enfoque nace del bienestar, no de la presión.
Cuando notes que tu mente va más rápido que tú, haz una pausa:
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Respira profundamente por un minuto. Prueba el patrón 4-4-4: inhala 4 segundos, retén 4, exhala 4. Créeme, ayuda.
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Levántate, camina o cambia de ambiente. Si tu escritorio no se siente cómodo, busca otro rincón o cambia de postura.
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Regresa con una intención simple: hacer solo una cosa a la vez.
La calma no es pérdida de tiempo; es lo que te permite volver con claridad.
Paso 5: Haz visible tu progreso
Si tu mente tiende a dispersarse, ver tus avances es clave.
Usa recordatorios visuales:
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Redacta una lista pequeña la noche anterior con las tareas del día siguiente.
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Usa un calendario o planner de metas cortas.
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Incluye tus descansos o pausas activas.
Mis listas nunca tienen más de cuatro cosas por hacer y desde que lo aplico, mi productividad se siente mucho más ligera.
Reflexión final: productividad con compasión
Aprendí que concentrarse no es dominar la mente, sino colaborar con ella.
No se trata de ser más disciplinada, sino más consciente.
De trabajar con tus ritmos, no contra ellos.
Hoy, cuando me disperso, ya no me castigo.
Solo respiro, vuelvo al presente y me recuerdo:
Puedo avanzar sin perder la calma.

